Wednesday, October 5, 2016

Ensayo "yo una mujer, Yo la Mujer: culinaria, literaria"



yo una mujer, Yo la Mujer: culinaria, literaria


            En Lección de cocina, de Rosario Castellanos, a primera vista, nos encontramos con un sujeto posicionado desde una narración en primera persona, un yo, a la vez que la voz narrativa se presenta como una ninguna/todas.  Para acercarme a la cuestión de cómo en el cuento Rosario Castellanos crea la posición del sujeto, y cómo la voz narrativa se representa a sí misma, me es menester proponer que Castellanos está haciendo primordialmente dos cosas: primero, denunciando la situación histórica de la mujer en la institución patriarcal del matrimonio, y; segundo, hablándonos de la cocina de la escritura (no de escritura de cocina).  La denuncia la hace mediante el uso de dos metáforas que se yuxtaponen: la carne como mujer y viceversa, y la historia de una mujer como la historia de La Mujer.  Lo de la cocina de la escritura lo hace a través de la metáfora implícita de cocinar por escribir (que en vez de una lección de cocina, lo que se nos ofrece es una lección de creación), y una evidente incursión autorial en la voz narrativa1.  Veamos.
            Al contar la historia de esta recién casada, el relato toma la forma de un libre correr de la conciencia que llega a abarcar la historia de la institución patriarcal del matrimonio, y la posición de la mujer en esa institución, conjugando una en todas las mujeres y todas las mujeres en una; o proponiendo a esta mujer como La Mujer, como he indicado.  Dice: “Mi lugar está aquí.  Desde el principio de los tiempos ha estado aquí.  En el proverbio alemán la mujer es sinónimo de Küche, Kinder, Kirche” (7).  También dice: “¿Cómo podría llevar a cabo labor tan ímproba sin la colaboración de la sociedad, de la historia entera” (7).  Y: “¿Qué me aconseja usted para la comida de hoy, experimentada ama de casa, inspiración de las madres ausentes y presentes, voz de la tradición, secreto a voces de los supermercados?" (8-9).  Está por otra parte el hecho de que no tenemos a un personaje determinado, tenemos por el contrario a un personaje anónimo —sin nombre, o sin nombre propio—, que puede ser a la vez esa voz de mujer que narra, o la voz universal de La Mujer que se mira como mujer en el contexto al cual la ha circunscrito históricamente el patriarcado: “Porque perdí mi antiguo nombre y aún no me acostumbro al nuevo, que tampoco es mío” (11).
            Continuando en este plano, podemos ver entonces cómo ese yo anónimo hace uso de la metáfora para exponer (denunciar) su situación, y la de la mujer en general, a través de la historia.  Basta leer el cuento para notar que es mediante una conexión mental que la narradora se transporta, por el color de la carne, al color de su espalda en su luna de miel, y es con esa metáfora que consigue el efecto claro del juego semántico entre carne y mujer: en el primer nivel, el pedazo de carne como la mujer; e en el segundo nivel, la mujer como un pedazo de carne.  Veamos la metaforización: comienza con la carne —la que descongela, sazona, cocina y que luego se quema—, y de ahí pasa a su propia carne quemada por el sol y dice: “Yo... La carne, bajo la rociadura de la sal, ha callado el escándalo de su rojez y ahora me resulta más tolerante, más familiar” (10).  En otra instancia, después de describir la carne en un estado “dorado y [que] exhala un aroma delicioso” (17), se plantea lo que pasaría si se vistiera y perfumara, y saliera a la calle; esto equivaldría a convertirse en un pedazo de carne dorado y de delicioso aroma, o en presa.  Por eso lo de: “A la mejor me abordaba un hombre maduro. . .  El único que a estas horas puede darse el lujo de andar de cacería” (18, el énfasis es mío).  En otro momento dice, “. . .aquí huele, no a carne humana, sino a mujer inútil” (19).  Por último dice (y bien podría decir mujer en vez de trozo de carne): “Recapitulemos.  Aparece, primero el trozo de carne con un color, una forma, un tamaño [una niña].  Luego cambia y se pone más bonita y se siente una muy contenta [una señorita].  Luego vuelve a cambiar y ya no está tan bonita [mujer casada o solterona].  Y sigue cambiando. . . [madre, jamona, o vieja, etc.]" (20).  Sin más, estos ejemplos textuales revelan esa metáfora paralela de: la mujer es a la carne como la carne es a la mujer (en notación aritmética sería mujer : carne :: carne : mujer).
            Pasemos a otro plano, al de la cocina de la escritura, porque en un nivel implícito, no es una lección de cocina lo que tenemos, sino una lección de escritura.  Aquí superficialmente presentaré la metáfora implícita de cocinar es escribir; para ello apuntaré (superficialmente) a lo que veo en el texto como incursiones autoriales (de Castellanos) en la voz narrativa.  En la voz narrativa, al referirse a la idea de preparar la carne asada que sería un plato fácil, se puede escuchar la voz autorial (refiriéndose a esa opción como cuento fácil), cuando dice: “Un plato sencillo y sano.  Como no representa la superación de ninguna antinomia ni el planteamiento de ninguna aporía, no se me antoja” (9, el énfasis es mío).  Este vocabulario no es culinario, ¡es literario!; está diciendo que eso del asado es un cuento fácil, pero que no le apetece, pues no se propone escribir una lección de cocina sobre cómo hacer un asado; sino, cómo escribir un cuento.
Cuando la voz narrativa habla de contarle a sus compañeras de colegio sobre su matrimonio dice: “Yo inventaría acrobacias, desfallecimientos sublimes, transportes como se les llama en Las mil y una noches, récords” (16); sabemos que en el otro nivel, Castellanos no nos está haciendo un cuento de hadas madrinas, ni príncipes azules, el cuento que cuenta es real.  Más adelante, cuando se plantea cómo enfrentar al marido por lo de la carne quemada dice: "Ah, no, no voy a caer en esa trampa: la del personaje inventado y el narrador inventado y la anécdota inventada” (20).  Nuevamente, este vocabulario es altamente literario, no culinario; es referente directo a la creación literaria.  Pues, qué decir: que lo dejo aquí, puesto que estas ínfimas apreciaciones so son sino una invitación (o provocación) para que esas obras se lean, se vuelvan a leer, se sigan leyendo.


Notas


                    1 Sobre este tema es imprescindible leer lo que dice Wayne Booth sobre las incursiones de la voz del autor en el texto, para apuntar el acto creativo.


Obras citadas y consultadas

 Booth, Wayne C.  “The Author’s Voice in Fiction.”  The Rhetoric of Fiction.  Chicago-London: The University of Chicago Press, 19??.  205-06.
Castellanos, Rosario.  “Lección de cocina.”  Álbum de familia.  México: Joaquín Mortiz, 1971.  7-22.




Este ensayo "yo una mujer, Yo la Mujer: culinaria, literaria" aparece en las pp. 77-80, de:
Ínfimas apreciaciones literarias (Desde Cervantes hasta Perlongher en vuelo de pájaro)
Premio de Ensayo Letras de Ultramar 2015
Editora Nacional, Santo Domingo, 2016.




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