Íbamos para El Bronx a visitar a Eduardo y nos metimos
en hablar de la mocedad, de esos años en que éramos libres y felices; o sea,
inocentes o ignorantes (que es lo mismo, si de ser felices y libres se trata). Éramos
de diferentes pueblos donde todos practicamos deportes, pero en el único en que
coincidimos todos fue en la pelota, y todos recordábamos esos años con igual
fervor.
Les conté de la vez que perdimos los tres juegos
en Sainaguá: el de la mañana, el de la tarde y el de las doce. En ese play de segunda para atrás era terreno cimarrón
en el que no pudimos fildear un fly, pero
los jugadores de Sainaguá se desplazaban entre zanjas y peñascos como si
estuvieran en el cuadro, ¡no se les caía una! Ah, pero el juego de las doce lo perdimos
porque no nos dieron de comer.
Después les conté de Patechiva, el mejor jardinero
que jamás haya dado el pueblo de Cambita. Y cuando les hice el cuento de cómo
aparó aquel memorable batazo, no me lo quisieron creer: Patechiva en su vida
usó zapatos, y el jugar con clavos o tenis era igualito que maniatarlo. Una vez
jugando no sé dónde, nuestro equipo perdía vergonzosamente pues Patechiva, con
clavos puestos, no aparaba una. En el noveno inning, con bases llenas, dieron un palo por el center y Patechiva
le cayó atrás. Los tenis lo trababan y verlo intentar correr daba risa y ganas
llorar a una vez. En acto de desespero, se arrancó los tenis de los pies y,
descalzo, aceleró hasta aparar la pelota en la misma valla. El ampayar lo cantó
como "doble por regla" alegando que Patechiva, contra el reglamento,
se había quitado los tenis.
Se echaron a reír y no me lo creyeron: "Que
no podía correr con zapatos… ¡No relaje ombe!"
Llegamos a casa de Eduardo y entre tragos caímos
otra vez en la pelota. Eduardo, que fue más pelotero que todos nosotros juntos,
nos contó de la vez que su equipo de Villa Altagracia jugó contra el equipo de
Cambita, y cómo el centerfilder hizo
una hazaña increíble: salió detrás de un palo, y al no poder correr enzapatado,
se quitó los clavos y así descalzo, a la carrera, alcanzó a hacer el out. Jugada así "¡hay que verla
para creerlo!" dijo.
Aparece en la colección
Shortstop
(microrrelatos de béisbol dominicano)
LETRA NEGRA Editores, 2014
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